Una noche de energía oscura y emoción cruda con Chelsea Wolfe y Mary Jane Dunphe
Desde melodías inquietantes hasta energía explosiva, Chelsea Wolfe y Mary Jane Dunphe transformaron Razzmatazz en una experiencia cautivadora e inolvidable.
La noche del viernes 8 de noviembre de 2024, Primavera Tours nos regaló uno de los conciertos más esperados del año en Razzmatazz, Barcelona, donde fuimos testigos de una de las veladas más intensas y atmosféricas del año: un doble cartel encabezado por la enigmática Chelsea Wolfe, y la siempre sorprendente Mary Jane Dunphe. Lo que sucedió esa noche no fue solo un concierto, sino una experiencia inmersiva donde los sonidos oscuros y la energía cruda se entrelazaron en una catarsis musical que los fans no olvidarán fácilmente.
La encargada de abrir la noche fue Mary Jane Dunphe, una figura que ha dejado una marca indeleble en la escena underground estadounidense. Originalmente conocida por su participación en bandas punk como Vexx y el proyecto de art-punk Crying, Dunphe ha llevado su carrera en solitario hacia un terreno más experimental. Su estilo se mueve entre el post-punk, el synth-pop, y la performance artística, combinando una energía cruda con una sensibilidad poética. En los últimos años, Mary Jane ha desarrollado un enfoque que desdibuja los límites entre la música y el arte performativo, destacándose por su capacidad de crear experiencia envolventes tanto en el estudio como en vivo.
Las luces del Razzmatazz se atenuaron, sumergiendo la sala en una penumbra misteriosa que capturó de inmediato la atención del público. Mary Jane Dunphe subió al escenario vestida de negro, con un atuendo sencillo pero elegante, dejando que su presencia y su energía hablaran por sí mismas. Inició su actuación con "Red Desert", un tema que comenzó con un zumbido minimalista, marcado por los sintetizadores que resonaban con un eco a través del recinto. El público, aunque inicialmente curioso y expectante, se dejó arrastrar por la marea de sonidos envolventes que emanaba del escenario.
Dunphe, desde el primer momento, demostró su habilidad para dominar el espacio. Se movía con una mezcla de teatralidad y espontaneidad. A medida que la canción avanzaba, su voz fluctuaba entre susurros suaves y gritos estridentes, capturando la atención de cada rincón del lugar.
El siguiente tema, “Edge of time”, fue un viaje introspectivo, lleno de ritmos pulsantes que parecían latidos sincronizados con el corazón del público. Dunphe manejaba el micrófono como si fuera una extensión de su ser, moviéndose de un lado al otro del escenario, mientras las luces parpadeantes en tonos fríos la envolvían, proyectando sombras inquietantes en las paredes. Esta pieza fue seguida por “Longing Loud”, una canción que exploró un territorio más melódico, destacando su capacidad para equilibrar lo etéreo con lo agresivo.
El momento más destacado de su set llegó con “Fire for You”. Aquí, Dunphe se liberó por completo, desatando una explosión de energía que contagió a la multitud.
Acompañada por una baterista que marcaba un ritmo tribal y sintetizadores que creaba una atmósfera casi hipnótica, la artista concluyó su actuación entre aplausos y gritos. El público, ahora completamente entregado, quedó con la adrenalina en alto y ansioso por lo que vendría a continuación.
Después de una breve pausa para reconfigurar el escenario, la oscuridad volvió a apoderarse de Razzmatazz. El público quedó en silencio expectante hasta que una figura solitaria emergió entre las sombras. Era Chelsea Wolfe, la estrella de la noche. Con un aura que irradiaba poder, Wolfe apareció vestida con un elegante atuendo negro de encaje que reflejaba su inconfundible estética gótica.
Chelsea Wolfe ha sido una fuerza constante en la escena musical desde su álbum debut The Grime and the Glow en 2010. A lo largo de los años, ha evolucionado desde el folk gótico hacia sonidos más pesados e industriales, sin perder nunca su capacidad para crear atmósferas densas y llenas de emoción. Aquella noche en Barcelona, su presencia se sintió como un vendaval que envolvía a todos los presentes.
Abrió su set con “The Mother Road”, una canción del álbum Birth of Violence. Desde los primeros acordes, el ambiente se llenó de una solemnidad casi religiosa. La profunda y evocadora voz de Wolfe, acompañada por su guitarra acústica, hizo que la audiencia quedará en un estado de trance. Las luces en tonos rojos y púrpuras bañaban el escenario, creando un ambiente que oscilaba entre lo onírico y lo ominoso.
El setlist de Wolfe abarcó un recorrido por su discografía, mezclando momentos de introspección con explosiones de poder sónico. Temas como “Carrion Flowers” e “Iron Moon” desataron una intensidad avasallante, con acompañamientos pesados y una batería que hacía retumbar el suelo de la sala. El público no pudo evitar balancearse y cerrar los ojos, dejándose llevar por la marea sonora.
Uno de los momentos más emotivos llegó cuando interpretó “Be All Things”. La interpretación fue cruda y sincera, con Wolfe sola en el escenario, acompañada únicamente por su guitarra. La sala entera pareció contener la respiración, y cuando terminó, estalló en una ovación atronadora.
El cierre fue épico: con “Feral Love”, uno de sus temas más icónicos, el público alcanzó el clímax de la noche. Las luces estroboscópicas se sincronizaban con los potentes acordes de la guitarra, creando un efecto visual que parecía invocar una tormenta. Chelsea Wolfe se movía con una intensidad casi sobrenatural, como si la música la poseyera completamente.
Para el encore, Chelsea Wolfe regresó al escenario con una interpretación minimalista de “Halfsleeper”, su guitarra acústica y su voz como únicos acompañantes. El silencio reverente del público se rompió solo al final, cuando estalló en aplausos que se prolongaron mucho después de que Wolfe dejara el escenario. La audiencia abandonó Razzmatazz con la sensación de haber sido parte de un ritual colectivo, una experiencia que fue mucho más allá de un simple concierto.