Robe Iniesta, la estrella que no se apaga
Robe Iniesta logró reunir a más de 20.000 personas en un lugar impensado. El extremeño conquistó a Barcelona, a su manera: rock y poesía visceral a flor de piel.
Cualquier artista promedio aspira a llenar un Palau Sant Jordi o, incluso, un Estadi Olímpic –a lo Mercury–; nunca un Parc del Fòrum. Sin embargo, Robe Iniesta el sábado se convirtió en un antihéroe: con su guitarra y su banda, logró reunir a más de 20.000 personas en un lugar impensado. El extremeño conquistó a Barcelona, a su manera: rock y poesía visceral a flor de piel.
El concierto fue una prueba de fuego para sus fans, enfrentándose entre ellos para ver quién se sabía mejor las letras de su extenso repertorio. Horas y horas de música que pasaron del éxtasis y la adrenalina, a la reflexión más pura. En uno de los momentos más emotivos de la noche, dedicó Nana Cruel “a todos los menores que viven en zonas de conflicto, especialmente en Gaza”. Como regalo extra, se lanzó a cantar en catalán La sequia, de Albert Pla, algo que volvió a repetir tras su concierto en Sant Feliu de Guíxols. Tampoco faltaron temas de Extremoduro, la banda que le ascendió al Olimpo del rock, como Dulce introducción al caos o Salir, con el que el concierto alcanzó su clímax. Sin embargo, un regusto amargo quedó entre el público tras omitir clásicos como Si te vas... o La vereda de la puerta de atrás.
El exlíder de Extremoduro mostró su carisma rockero extendiendo el concierto a más de tres horas –con pausa de veinte minutos incluida–. A pesar de verse cascado, Robe se empeñó en continuar canción tras canción. Al final del concierto, el ambiente cañero se tornó en un club de nostálgicos que parecían despedirse del cantante. Un momento en el que Robe evidenciaba su agotamiento –”qué destrozares”, seguramente pensaba él–, tras un largo concierto –y, en el fondo, una larga carrera–: un Si te vas… que quiso omitir, pero que resonó entre la marea de la gente.